Comencemos por describir qué hacen los futbolistas. Generalmente una situación de penalti se produce en, o genera por sí misma, una situación de alta activación. El jugador encargado de ejecutar el lanzamiento suele ser un especialista o el jugador objeto de falta (exceptuando los penaltis que deciden las finales después de una prórroga). Éste, coloca cuidadosamente el balón sobre el punto de penalti, eligiendo un lugar estable y sin irregularidades, que garantice un golpeo certero. A partir de este momento, y hasta que el jugador golpea el balón, queda algo inexplorado para la mayoría de entrenadores y futbolistas. ¿En qué piensa el lanzador?, ¿qué pensamientos pueden ser molestos y cuáles pueden ayudar a concentrarse?, ¿a qué hay que atender?, ¿cómo hay que estar de activado?
Una cuestión básica: es necesario que el lanzador tenga suficiente habilidad y destreza como para ser capaz de acertar sobre una diana imaginaria. En jugadores de cierto nivel este no suele ser el problema.
Hay que tener en cuenta que existen zonas de la portería a las que el portero tendrá muy difícil llegar, incluso sabiendo de antemano cuál será el lugar de destino. Por ejemplo, las zonas que están cercanas a los postes derecho e izquierdo, especialmente cerca de las escuadras.
En función de todo esto, hay jugadores que deciden cuál será el punto al que dirigen el lanzamiento antes de comenzar el mismo. Otros especialistas, sin embargo, lo deciden durante el lanzamiento, especialmente en función del movimiento del portero.
Entre las variables psicológicas que hay que controlar podemos distinguir dos grupos: las que influyen durante esta ejecución y otras cuyo ámbito es más amplio.
Entre las que influyen en la ejecución, principalmente debemos tener en cuenta:
La atención: si el jugador pasa demasiado tiempo mirando el entorno, la portería, o al portero (abierto a la estimulación externa), tiene mayor probabilidad de no concentrarse adecuadamente. Por ejemplo, durante el lanzamiento fallido de Raúl en el partido España-Francia de la Eurocopa-2000, un jugador francés pasó por delante de su vista antes de que el árbitro le permitiera iniciar el lanzamiento. En otras ocasiones suele ser el portero el que, mediante alguna protesta, consigue desconcentrar al lanzador. Se debe entrenar al jugador para que domine la atención en cada instante anterior al lanzamiento.
El nivel de activación: la situación que rodea a los penaltis, con frecuencia, suele ser dramática. Porque se ha producido una falta, o bien porque ésta no se ha producido y el árbitro se equivocó; porque el resultado del equipo está en juego; porque se suele producir una situación de protestas durante unos minutos que acalora a los jugadores, técnicos y público. En estas situaciones de presión, el jugador debe entrenarse en regular su nivel de activación hasta un nivel óptimo. El jugador fallará probablemente tanto si está demasiado relajado como si está demasiado activado. El entrenamiento para regular el nivel de activación es una de las intervenciones más sencillas para un psicólogo del deporte.
La autoconfianza: es la percepción del jugador de que es capaz de resolver la situación con éxito. Se debe basar en una percepción realista, desarrollada fundamentalmente a través del entrenamiento de las habilidades y la exposición a situaciones similares. En los penaltis, un exceso de confianza o una falsa confianza (cuando el jugador se expresa muy confiado pero en realidad no lo está tanto), probablemente acabarán en un error.
Entre las que influyen de forma más amplia tenemos, al menos, las siguientes:
La motivación: se pueden distinguir varios tipos de motivación, pero sintetizando, se puede decir que ésta debe ser la adecuada a la situación. Ni baja, ni excesiva. En principio, será más favorable si está orientada a conseguir el triunfo en lugar de a evitar el fracaso, permitiendo al jugador centrarse en la tarea en lugar de propiciar pensamientos relacionados con la posibilidad de derrota.
El estrés: la tensión que se va acumulando a lo largo de los partidos y los momentos posteriores, dentro y fuera del vestuario, sumada a la presión de los medios de comunicación, los contratos millonarios, etc., puede generar una alerta incontrolada, modificar el control del nivel de activación y alterar los ritmos de sueño, por ejemplo.
La cohesión del equipo: lo que la gente llama la unión del vestuario, en situaciones complicadas asegurará la percepción de que los compañeros estarán contigo, aunque el resultado sea malo. Si el ambiente es adecuado dentro del equipo, la rivalidad se convierte en una competencia sana y se regula el estrés percibido. La cohesión ejercerá de amortiguador en situaciones difíciles.
Estas últimas variables quedan habitualmente bajo el control del entrenador. La ayuda del psicólogo del deporte le permite al entrenador detectar mejor las necesidades del grupo y tomar decisiones más acertadas.
Un consejo, desde la experiencia profesional: desarrollar una rutina de lanzamiento, que incluya el control de las variables psicológicas además de las físicas y técnicas, favorecerá el dominio de los penaltis en las situaciones adversas y, por tanto, una mayor probabilidad de éxito.