Los porteros de fútbol saben que pueden cometer errores trascendentes y están preparados para ello, pero son humanos, y por tanto es normal que estos errores les afecten.

Durante el resto del partido, es probable que se lamenten por lo sucedido y estén incómodos, pero deben aplazar sus pensamientos y sentimientos para poder seguir jugando sin perder la concentración.

Después del partido, lo lógico es que sientan rabia y desesperación, dándole vueltas y más vueltas a una jugada que no tiene solución. Tarde o temprano, no tienen más remedio que aceptar lo sucedido, pero deseando sacarse la espina en el partido más cercano.

Como Molina no ha tenido esta oportunidad, es probable que esté triste y disgustado, aunque como buen profesional acepte las decisiones del entrenador y esté preparado por si vuelve a estar en la alineación. Entre los múltiples pensamientos y sensaciones que estará teniendo, es probable que perciba que se le ha escapado la oportunidad de consolidarse como titular de la selección, y dude de la confianza del seleccionador en el futuro.

En esta situación, sus sentimientos de los próximos días podrían influir en su tendencia a continuar o no en el Atlético de Madrid. Si predomina su deseo de sacarse la espina, es más probable que intente jugar en un equipo que favorezca una vuelta rápida a la selección. Si predomina la desilusión, quizá prefiera estar una temporada en los cuarteles de invierno de la segunda división, cargando las pilas.

En cualquier caso, Molina parece un futbolista fuerte psicológicamente, y por tanto no creo que este error afecte su rendimiento futuro: seguirá saliendo con confianza y eficacia a por los balones altos, sin miedo de cometer nuevos errores.

El error contra Noruega lo llevará siempre grabado, pero el tiempo lo situará en su perspectiva justa, y en su interior predominarán los numerosos buenos recuerdos de un excelente portero.