Cuando emprendemos un largo camino por etapas, que en el caso del Camino de Santiago puede ser incluso de unos 700 Km. o más, estaremos expuestos a momentos de gran dificultad física y serias crisis psicológicas, que pueden dar lugar al abandono o a convertir en un problema nuestras vacaciones.

Para evitar esta situación desagradable, propondremos en este artículo una serie de estrategias que ayudarán a controlar la motivación, por un lado, y por otro la confianza en la propia capacidad de superar el reto planteado.

Antes de empezar, en primer lugar, es necesario saber qué motivación es la que nos empuja a realizar esta actividad física. Por ejemplo, dado el carácter religioso o espiritual de la ruta, las personas pueden tener una motivación basada en la fe, la religión, encontrarse a sí mismos, solucionar problemas personales, abandonar situaciones estresantes, hacer turismo, relacionarse con otras personas, y otros muchos motivos.

Estrategia 1: es conveniente ordenar y sumar todos los motivos, y valorar de forma global, de 0 a 10 por ejemplo, la cantidad de motivación que nos empuja a realizar esta ruta. Si la motivación es baja debemos cuestionarnos si realmente queremos iniciar el camino.

Cada día existe otro tipo de motivación, una motivación cotidiana, que depende más de situaciones externas y es más inestable. Por ejemplo, si llueve mucho, realizar una etapa puede ser desagradable, lo cual reduce las ganas de salir ese día concreto, pero este tipo de motivación no es la que hemos explicado al principio.

Estrategia 2: es conveniente prever situaciones que pueden hacer mella en nuestra motivación cotidiana. Antes de emprender la ruta hay que recabar mucha información sobre el camino, las etapas, las condiciones climáticas en la época, todos los problemas posibles y sus soluciones .

Estrategia 3: una planificación adecuada de las etapas mantendrá la motivación alta y estable. Cada día hay que realizar una cantidad de kilómetros que sea factible y que a la vez suponga un reto (por ejemplo, 20 a 25 Km. son realizables con una preparación media, pero 35 a 40 no) y que tenga en cuenta las posibles dificultades (perfil del terreno, cansancio acumulado, provisión de alimentos, etc.).

Cuando la etapa prevista es demasiado ambiciosa y queda fuera de nuestras posibilidades ello nos bajará la moral, en lugar de permitirnos disfrutar de la etapa realizada. Además, al tardar mucho, acumularemos cansancio y probablemente tendremos una alojamiento de peor calidad, dependiendo de la época y de las posibilidades del refugio, aumentando el riesgo de fracaso en etapas posteriores.

Por otro lado, hay que hacer referencia a la autoconfianza. Esta variable es la valoración subjetiva que hacemos de nuestra capacidad de afrontar con éxito la actividad. Distinguiremos dos tipos de personas con respecto a la valoración de la propia capacidad. Por un lado, los que se basan en actividades o entrenamientos previos, que conocen perfectamente sus posibilidades. Por otro, las personas que nunca han realizado actividades semejantes ni han entrenado previamente, que generalmente fanfarronean con su capacidad. El primer tipo de personas desarrolla una autoconfianza realista, que le ayuda a mantener la motivación alta, puesto que no suele encontrar dificultades imprevistas. El segundo tipo de personas, sin embargo, desarrolla una falsa autoconfianza, que se desvanece a las primeras de cambio y abre dudas con respecto a las posibilidades de afrontar con éxito la actividad.

Estrategia 4: unos meses antes de iniciar la ruta es conveniente realizar algunas pequeñas excursiones en unas condiciones lo más semejantes posible. Por ejemplo, podemos comenzar los fines de semana por pequeñas excursiones por el campo, con la mochila cargada con las cosas que llevaremos. Esto nos proporcionará una visión realista y ayudará a mantener la confianza alta cuando nos encontremos con las mismas dificultades en el camino.

Estrategia 5: es muy útil aprender muchos pequeños detalles, que individualmente parecen insignificantes pero que en una ruta larga pueden ser decisivos. Por ejemplo, es conveniente seleccionar el calzado adecuado (y utilizarlo), realizar estiramientos antes y después de la actividad física, y aprender a tomar medidas de higiene y autocuidado (como curar ampollas o heridas, aplicación de vaselina en los pies, método adecuado de hidratación, prevención de hongos, protección del sol y de la lluvia, etc.). Estos conocimientos nos ayudarán a prevenir situaciones desagradables y a mantener la autoconfianza alta y la motivación estable.

La belleza de la ruta y las personas que se encuentran en el camino pueden ayudar a inclinar la balanza hacia las experiencias positivas, pero esto será más fácil si partimos con una buena disposición.